lunes, 9 de junio de 2014

Razones para leer La Casta de los Metabarones - La Columna de Logan.



Hoy es ya un mito conocido gracias a documentales como Lost in La Mancha (2002) el proyecto fallido del artista Alejandro Jodorowsky para llevar adelante una superproducción que adapte la novela de Frank Herbert de 1965, Dune, misma que iba a incluir a sus nobles Samurais: Salvador Dalí, Mick Jagger, Orson Welles, Moebius y H. R. Giger para el diseño, Dan O’Bannon en efectos especiales y Pink Floyd realizando la banda sonora. Al menos por la chapa de los realizadores, iba a ser la película más importante en la historia del cine de ciencia ficción. Por distintos motivos que no vale la pena recordar el proyecto murió, y la forma que tuvo el chileno Jodorowsky de narrar una historia épica que tenga como protagonistas a Casa Feudales, tradiciones y dinastías fue la obra que tengo el placer de reseñar hoy: La Casta de los Metabarones (La Caste des Méta-Barons en su publicación original en Paris). Para hacerlo, elijo una vez más el formato utilizado otras veces, te doy 4 motivos por los que la lectura de esta obra debería ser imprescindible. Vamos con ellos.



1.- Es una historieta guionizada por Alejandro Jodorowsky.

Alejandro Jodorowsky Prullansky es un personaje fascinante, y como casi todos los artistas de su tipo no solo brilla por sus obras sino también por el camino que ha recorrido durante su vida. Con 85 años cumplidos el 17 de febrero pasado, su historial denota tantas facetas que para poder tener una compresión cercana de la magnitud de su obra y de sus logros ameritaría una reseña propia, y así y todo nos quedaríamos cortos. Novelista, dramaturgo, poeta, director teatral y de cine, escenógrafo en cine, guionista, actor, mimo, historietista, dibujante, compositor de bandas sonoras, escultor, pintor, instructor del tarot y psicoterapeuta son solo algunas de las disciplinas o actividades a las que se dedica o ha dedicado a lo largo de su vida, razón por la cual pocos artistas pueden ajustarse más al título del libro póstumo de su coterráneo, Pablo Neruda, Confieso que he vivido. Si solo nos limitamos a lo que entregó a este medio, la historieta, su aporte es enorme, y se ha dado el gusto de trabajar con artistas de la talla de Moebius, Zoran Janjetov, François Boucq y Milo Manara, además de, por supuesto, el mendocino Juan Giménez López, que se encargó de ilustrar y pintar La Casta.


Sus relatos dedicados a la historieta, siempre cerca de la fantasía y la ciencia ficción, distan mucho de sus producciones cinematográficas: mientras que en el cine es considerado un realizador de culto que ofrece cintas polémicas, sobrecargadas de elementos esotéricos y embutidas en una atmósfera repleta de simbolismos y surrealismo –películas que para muchos resultan inentendibles e imposibles de consumir-, en las viñetas ha desarrollado tramas transgresoras e impactantes, aventureras y épicas, pero con un cable a tierra mucho más sólido, lo que le permitió tener una mayor llegada y lograr un reconocimiento internacional en menos tiempo, y quizás por este motivo dedicarle mucho más de su tiempo. Muchas de sus obras, al menos en Europa, son consideradas clásicos del medio, y han sido traducidas a una veintena de idiomas.

2.- El arte de Juan Giménez es exquisito.

Si el guión de Jodorowsky no es suficiente motivo para acercarte a esta obra, entonces el trabajo realizado por Juan Giménez, mismo que le llevó más de ocho años, debería serlo. Su inconfundible estilo de dibujo pintado transmite una plasticidad que alcanza su mayor grado de espectacularidad en las historias de corte fantástico, y sin lugar a dudas su obra maestra es el linaje metabarón, donde pudo exponer su habilidad para fundir los diseños futuristas con un relato y un clima épico muy arraigado a costumbres humanas que muchas veces se nos figuran muy familiares (por lo cual por momentos bordea el Steampunk), exponiendo tecnologías anacrónicas en ambientes que podemos reconocer como propios pero que conservan el toque exótico necesario para que se nos figure todo ajeno… y a la vez, cercano. Giménez era el artista idóneo para darle forma a este relato que cruza con acierto la estética de la ciencia-ficción con la lírica de los Cuentos de las mil y una Noches, y supo afrontar el desafío con altura, eligiendo una paleta oscura y sucia que sabe a óxido y polución pero que no duda en romper cuando el relato lo requiera. La narrativa, además, es soberbia, tanto que por momentos parecemos estar inmersos dentro de un largometraje animado. Con todo el respeto que se merece Moebius, tanto por su obra como por su trayectoria, uno de los motivos por los que elegí pararme a reseñar esta obra y no El Incal (quizás la historieta más conocida de Jodorowsky, y la que dio pie a La Casta…) es justamente por el arte de Juan, que no tiene desperdicio.

3.- La Trama de esta historieta evoca un tipo de Sci-Fi que ya casi no se explora.


Me gusta la ciencia ficción desde muy pequeño, y creo que poco tuvieron que ver el cine y la literatura en mi temprana decantación por este género: fue la historieta la primera que me invitó a viajar a mundos imaginarios y civilizaciones increíbles, a degustar culturas exóticas y femme fatales con cuerpos femeninos humanoides perfectos pero que guardaban dos o tres detalles alienígenas en su diseño, elegidos certeramente para que aportaran un toque de extravagancia sin perturbar su humana sexyvidad, y en muchos casos amplificando la misma. Le meca de estos futuristas relatos, en nuestro país, fueron las revistas Fierro y Skorpio, que ya desde sus barrocas y sucias portadas nos anunciaban -e invitaban- a formar parte de un festín de aventuras desarrolladas en dimensiones paralelas, universos alternativos o mundos lejanos mas allá de nuestro sistema solar conocido. Esta aventura llevada adelante por Jodorowsky y Giménez es una fiel representante del tono y tipo de historias que vivimos quienes leíamos estas publicaciones en los ’80 y ’90, y dado el momento en el que fue publicada (entre 1998 y 2003), casi que podríamos considerarla un más que digno cierre de esta era.

Cuando comenzamos a leer La Casta… nos encontramos con la historia de Los Castaka, un clan familiar que se rige por el código Bushitaka, un protocolo físico y mental que conduce su comportamiento por el sendero de la batalla, convirtiéndoles en guerreros implacables y despiadados pero capaces también de actos nobles y apasionados. Estos Samurais espaciales viven en Mármola, un planeta que les permite explotar sus ricos yacimientos de mármol y hacer de ello su medio de subsistencia, hasta que la calma de la que gozan en su mundo natal queda perturbada por una invasión en toda regla: el Imperio ha descubierto que Mármola esconde una sustancia muy especial, la Epifita, imbuida de una extraordinaria capacidad anti-gravitatoria. Esta guerra diezma el linaje Castaka hasta obligar a Othon a negociar la paz con el Imperio, iniciándose una turbulenta relación entre el poderoso bloque gobernante y el clan de guerreros. La violencia, el erotismo e incluso el humor –de la mano de los narradores de esta épica historia, un par de robots que admiran la condición super-humana de sus creadores- conviven con la traición, el sacrificio y unos estrictos códigos de honor en este relato épico que se puede leer y entender sin problemas en los 8 tomos que lo reúnen.

4.- Es una gran Historieta “Europea” realizada por un Chileno y un Argentino.

¿Y porqué esto es importante y amerita formar parte de uno de los puntos? El argentino promedio tiene la xenofobia a flor de piel –aunque le cueste admitirlo-, y los hermanos chilenos son víctimas de esta conducta, menos quizás que los Bolivianos, Paraguayos y Colombianos, pero son objetivos de un tipo de odio que tiene sus propios desagradables e hirientes matices que se profundizan con el paso del tiempo y terminan formando parte de nuestra cultura. En la Europa de América Latina –otra frase poco feliz que da cuenta del nivel de xenofobia que guardamos, posicionándonos cultural e intelectualmente por encima del resto de la parte sur del continente y tomando distancia de los “aborígenes” que habitan estas tierras- la tolerancia para con el extranjero que viene de alguno de los países de Suramérica –a robar laburo a algún argentino, por supuesto- es ínfima, y en el caso de Chile, el malestar que siente el argentino tiene su origen en decisiones políticas que el país trasandino sostuvo durante un ridículo conflicto armado pergeñado por 3 Militares borrachos y enfermos de poder con el único objetivo de prolongar su permanencia en el poder… decisiones políticas que, del otro lado de la cordillera, las estaba tomando también un Militar bajo un régimen de facto, ¿no? Existen otros conflictos históricos que han tensionado las relaciones entre Chile y Argentina, algunos de ellos incluso estuvieron a punto de poner en jaque la paz entre ambos países, pero de cada 100.000 argentinos que detestan Chile, 99.999 de ellos no tienen ni la mas reputísima idea de estos eventos previos y el rencor que guardan a este país es disparado pura y exclusivamente por lo sucedido en la Guerra de las Malvinas. Bendita ignorancia.

Expuesto esto, no me parece un dato solo anecdótico que esta magnífica obra de arte de la historieta haya sido realizada por dos artistas que nacieron en ambos países, aún cuando Jodorowsky haya dejado de vivir en Chile a los 24 años y Giménez haya partido a vivir a Europa a finales de los ’70. Una vez más, la historieta nos da una lección de vida sobre la tolerancia, el respeto, el entendimiento pero sobre todo arroja un manto de piedad sobre la estupidez humana de la que, lamentablemente, no podemos escapar… aún siendo Argentinos.
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