miércoles, 30 de octubre de 2013

Dos potencias se saludan, General - El Gabinete del Dr. Morholt.



 Cuando vimos por primera vez a Arnold Schwarzenegger haciendo ese cameo en The Expendables, película dirigida y protagonizada por Sylvester Stallone, todos en nuestro corazoncito dijimos “¿cómo puede ser que no hayan trabajado nunca juntos estos dos?”.

Y, claro, estos dos grandes héroes del cine de acción hollywoodense nunca se llevaron bien y siempre hubo una gran enemistad entre ellos. Así como cualquier habitante de Rosario tiene que elegir entre Newell´s o Rosario Central, así como cualquiera que guste de la música nacional se tiene que definir por Soda o Los Redondos; durante la década de los 80s y gran parte de la de los 90s, el público de cine de acción tuvo que elegir entre Arnold o Sly, entre Terminator o Rocky, entre Comando o Rambo, entre Conan o Cobra y así podemos seguir ad nauseam.


Hasta se rieron uno del otro con referencias (unas más graciosas que otras) dentro de algunas de sus películas, como en Demolition Man como en Last Action Hero.

Pero nunca habían compartido pantalla hasta 2010 con The Expendables. Y parece que ahí se dieron cuenta que juntos iban a causar mucho más revuelo que separados.

Y así nace Escape Plan, dirigida por el sueco Mikael Håfström, y se erige como esa película donde los dos pueden demostrar todo lo que son sin opacarse uno al otro y dándole al público exactamente lo que quiere.

Porque cuando uno va a ver al cine una película con estos dos monstruos de la pantalla grande es obvio que quiere acción, acción y más acción. Pero también busca los chistes y los guiños, las referencias y las miradas cómplices… que también hay en Escape Plan.

La historia tiene como eje la vida de Ray Breslin (Stallone) que tiene el extraño trabajo de escaparse de prisiones para mostrar las falencias que tiene el sistema carcelario y así, hacerlo más seguro. Es el mejor en lo que hace y hasta escribió un libro sobre el tema  y acá viene la primera concesión que uno hace en pos de disfrutar la película… ¿se imaginan a Stallone escribiendo un libro?

El trabajo de Breslin es muy bien remunerado y tiene de principal socio a Lester Clark, interpretado decentemente por Vincent D´Onofrio, quien es el que está afuera manejando la empresa, mientras Breslin se escapa de las prisiones.

A la oficina de Breslin y Clark llega una interesante propuesta, tanto en lo económico como en lo que a desafío se refiere, una propuesta de la CIA para que Breslin testee una de las cárceles más nuevas, más complicadas, más secretas, más ilegales de todo el mundo. Una cárcel donde van todos esos malvados, malvados malhechores que ningún país quiere bajo su jurisdicción.

Al tomar el trabajo Breslin acepta entrar con una nueva identidad, como si fuese un fiero terrorista, y con la condición de que el equipo con que siempre trabaja no sepa dónde va a estar prisionero.

La forma en que llevan a Breslin hacia su nuevo trabajo es digna de cualquier secuestro clandestino realizado por las agencias de inteligencia. Así es como, drogado, este especialista en escapes llega a La Tumba. Una prisión que ni bien recupera la conciencia lo asusta y mucho, sea por la extrema brutalidad de los carceleros, porque los guardias usan máscara y tiran a matar ante el menor problema, porque hay torturas y no se respetan los derechos de los encarcelados o simplemente porque no es lo que él tenía pensado que podía ser el trabajo.

Entonces Breslin hace uso de la clave que delataría su verdadera identidad para poder terminar el trabajo a pesar de no haber escapado, así como hace un masoquista cuando siente demasiado dolor y quiere parar. El problema es que el alcalde de la prisión, interpretado maravillosamente por Jim Caviezel, no sabe nada de una clave de seguridad y cree que Breslin le está haciendo perder el tiempo, por lo que manda a que le peguen un rato, porque si hay alguien malo en esta película es este alcalde.

Y acá es donde entra Arnold, el gran Arnold, interpretando a Emil Rottmayer otro prisionero que se acerca a Breslin porque ve algo raro en él… ve que no es como los demás… y que quizás juntos no la pasen tan mal.

NO. No sean mal pensados. No es una película de amor homosexual.

La cosa es que, como en cualquier cross-over de personajes importantes de historieta, los dos protagonistas al principio no se bancan, se pegan unas piñas, se demuestran mutuamente que son grosos y luego hacen equipo contra el malo mayor, que en este caso son el alcalde y el encarcelamiento.

La película, como dije antes, es sobre este escape de esta prisión super anti-escapes. Y comandados por la inteligencia de Breslin y la capacidad de conseguir cosas de Rottmayer, estos dos muchachos entrados en edad (muy entrados en edad) se la pasan hablando, planificando, peleándose con tipos muchos más jóvenes que ellos y, obviamente, ganándoles… y acá es donde hacemos la segunda concesión en pos de disfrutar la película, porque si bien son el gran Arnold y el gran Sly, los años se notan y en demasía, porque el director usa muchos planos cortos y cerrados, entonces podemos ver muchas canas y muchas, muchas arrugas. Pero bueno, son ellos y pueden patear traseros a pesar de estar ya en edad de cobrar la jubilación de cualquier sistema de previsión social.

Cualquier entusiasta del cine de acción tiene que estar agradecido que el director, cuya anterior película fue “El Rito”, con Anthony Hopkins; los muestre como lo hace y haya filmado las escenas de la manera en que lo hace, porque es un claro homenaje al cine que los vio brillar en sus mejores momentos y hace que casi nos olvidemos que pasaron más de 30 años de esas épocas doradas y nos da la esperanza que Sly y Arnold puedan filmar muchas más películas juntos.

Cine del bueno, cine del entretenido, cine con frases como “Pegás como un vegetariano”. Cine que hay que ver.
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