jueves, 24 de enero de 2013

Fringe - Viaje lisérgico con cortexiphan - La Columna de Logan.



El pasado Viernes 18 del presente mes en la señal FOX dio comienzo una emisión de dos horas que daría por finalizada la serie de televisión -relacionada con la ciencia ficción- más importante de los últimos 5 años luego de exactamente 100 episodios emitidos: Fringe. Como casi todos saben, esta es una más de las producciones de J. J. Abrams (Lost, Alias, Person of Interest), y como tal, las expectativas por la finalización de la misma eran altas. La serie no gozó de mucha popularidad, a juzgar por los bajos ratings que tuvo en casi todas sus temporadas, y varios fueron los momentos en los que peligró la continuidad de la misma producto de estos bajos niveles de audiencia, pero por suerte, y sobre todo gracias a las buenas críticas que casi siempre la acompañaron y, una vez más, a la insistencia de su séquito de fans de que siguiera al aire, pudo tener una 5ta y última temporada con su correspondiente cierre. Es un buen momento, entonces, para detenernos un poco acá, en Tierra Freak, a meditar sobre el camino recorrido y abrir un poco el debate sobre este polémico final. Para aquellos que nunca hayan tenido contacto con la misma los invito aunque mas no sea a leer el próximo párrafo, exclusivamente escrito para quien no conoce la serie, como una forma de invitación a que emprenda esta gran aventura que es comenzar a ver la serie desde el comienzo, sobre todo ahora que la misma ha finalizado.




Bienvenidos a la división Fringe

¿Y de qué carajos va Fringe, entonces? Bueno, mi querido lector, lo primero que deberías saber sobre esta serie de culto protagonizada por Anna Torv, Joshua Jackson, John Noble, Blair Brown, Jasika Nicole y Lance Reddick es que el link más directo al que puedo guiarte para que te des una idea del tipo de producto que es, es a The X-Files, la clásica serie emitida por la misma cadena, FOX, a fines de los ’90 y principios del 2000, donde dos agentes especiales del FBI, Fox Mulder (David Duchovny) y Dana Scully (Gillian Anderson) se dedican a investigar casos sin cerrar de esta oficina pero clasificados como paranormales, y a medida que la serie avanza se van enterando de que existe un gran entramado en las cúpulas más altas de poder para encubrir y tomar medidas para una futura invasión extraterrestre. En Fringe el factor extraterrestre ha sido reemplazado por otros elementos, pero sin embargo tienen muchos puntos en común: aquí la agente especial del FBI Olivia Dunham (Anna Torv) pertenece a una división llamada “Fringe”, la cual se encarga de abordar casos inexplicables relacionados con fenómenos paranormales, y bien al comienzo de la serie esta agente es acompañada por Peter Bishop (Joshua Jackson) y su padre, Walter Bishop (John Noble), un brillante científico que ha estado recluido en un psiquiátrico durante 17 años pero que conserva su intelecto intacto (o eso creen quienes requieren de su ayuda) y que resulta indispensable para la resolución de los casos. También casi desde el principio se establece que muchos de estos accidentes parecen estar siendo orquestados por una supuesta célula terrorista auto-denominada ZFT (en alemán Zerstörung durch Fortschritte der Technologie, que quiere decir Destrucción por el avance de la tecnología), misma que parece estar siendo manejada por un tal David Robert Jones, cuya agenda es un misterio.


Y Misterio, por supuesto, es el 2do nombre de Fringe. ¿O no? Yo, particularmente, creo que el foco de esta serie está puesto en las relaciones humanas, y en como las mismas afectan al mundo, pero entiendo si alguno no puede verlo de esa manera. Si bien Fringe tiene un claro perfil Sci-Fi y pertenece al género desde la raíz hasta sus frutos, el tronco de la misma e incluso sus ramas lo conforman las conexiones que se van estableciendo entre los personajes a medida que la serie avanza, y las actuaciones del casting y las situaciones de dolor, pérdida, reconciliación, alegría, llanto y demás que ellos generan no tiene nada que envidiarle al mejor drama al aire en este momento. Pocas veces en la televisión se vio una introspección tan profunda hacia la naturaleza del ser humano y de sus emociones, y en Fringe, para colmo, gracias a su perfil Sci-Fi, tuvimos la oportunidad de ver interconexiones y momentos dramáticos desde múltiples ángulos en infinidad de ocasiones, sin que por eso queden secuelas imposibles de sortear. Finalmente, a medida que la serie avanza, vamos viendo otro valor agregado de la misma que, una vez más, no se ve muy seguido: una impulsión cada vez más prominente por romper el Status Quo que la enmarca, algo que quien escribe esta reseña no se cansa de agradecer.

Porqué banco a Fringe

Como bien sabe Cels Piñol, el Fan a veces puede ser Letal, y si hablamos del fan de sci-fi, bueno… podemos estar seguros de que además de terriblemente rompebolas con su tozudez, puede tornarse insoportable con su lapidaria crítica. En esta me voy a abrir un poco del perfil que de forma extraordinaria retrata Alejandro Soifer en su libro Que la Fuerza te acompañe sobre los Nerds/Geeks seguidores de la ciencia ficción; cuando te la pasas dándole palos a una serie como Fringe, algún problemita tenés en tu cabecita. Todo espectador asiduo de una serie de T.V. de ciencia ficción cree tenerla más clara que los guionistas y showrunners de la misma. Todos creen entender perfectamente los fenómenos físicos que se manejan dentro de la misma, incluso cuando algunos no pertenezcan a la física propiamente sino, como el nombre del género lo indica, a la ficción, razón por la cual siempre está abierta la posibilidad de que, aún cuando ese fenómeno –viajes en el tiempo, retro-continuidad, universos paralelos, etc.- ya haya sido “mostrado” por este medio, o por el cine, la literatura o la historieta, siempre cabe la posibilidad de una nueva interpretación por parte de quien lo está escribiendo y exponiendo en la serie. Ah, pero no. No, no y no. Los televidentes, ávidos de demostrar no solo la impresionante cultura general que tienen sino también la increíble capacidad para entender fenómenos que la ciencia lleva años investigando y debatiendo y aún no se ha podido poner de acuerdo, siempre tienen la última palabra. No conformes con eso, el espectador, además, conoce a los personajes mejor incluso que aquellos que los escriben, razón por la cual detecta al toque cuando uno de los mismos realizó una acción que nada tiene que ver con su personalidad, producto de un mal guión, seguramente escrito por un imberbe hijo de algún productor de la serie, obvio. Y para finalizar, el televidente ya se ha anticipado a todo: ya tienen armada en su cabeza cual debería ser la resolución ideal para cada caso que se presenta, para cada dilema, cada nudo, cada incógnita… cada camino que los guionistas eligieron el espectador lo anticipó, y por supuesto cuando los realizadores de la serie eligen el equivocado, bueno… pues, una vez más, la han cagado. Incluso cuando quizás la trama gire alrededor del drama entre los personajes y no de un fenómeno fantástico en particular, incluso ahí el televidente también tiene la última palabra. Siempre. Siempre. Su sapiencia infinita, sumados a su capacidad como narradores y su manejo de los guiones y los tiempos televisivos siempre lo ponen por encima de quienes efectivamente escriben, dirigen, producen y actúan una serie.
Voy a explicar, en un solo fragmento, de forma totalmente azarosa y seguramente dejando afuera muchos detalles hermosos y momentos épicos, porque banco a muerte una serie como Fringe.
Porque Walter nunca llama a Astrid por su nombre. Porque en el Universo alternativo Back to The Future está protagonizada por Eric Stoltz. Porque los separadores de bloques son los glyphs, que tienen su significado en todos los capítulos, y porque jugaron durante las 5 temporadas con la presentación de la serie, sobre todo en la increíble 3er temporada, siempre con la misma inconfundible y preciosa música de fondo pero variando de diseños y tonos: roja, azul, ámbar, gris, retro, futurista y la que combinaba ambos universos, con palabras y frases, algunas evidentes, otras más ocultas, que te anticipaban la temática del capítulo y el espíritu de la serie: romper con lo establecido, todo el tiempo. Porque un viaje de ácido de Walter lo transportó al mundo de los Monty Python. Porque Peter fue un Observador por unos días. Porque al final de la 1er temporada vemos las Torres Gemelas en Manhattan… y nos caemos de la silla. Porque la banda favorita de Walter Bishop es Violet Sedan Chair, y en la misma Roscoe Joyce es el tecladista y compositor, personaje que es interpretado por Christopher Lloyd, un acierto en varios niveles, por los fans y para los fans. Porque en el universo alternativo hay dirigibles. Porque cuando vi la tumba de Peter Bishop por 1ra vez, aún antes de saber de la existencia de los universos paralelos, casi me meo encima. Porque Walter cocina desnudo todos los martes. Porque Walter, que tiene un exquisito gusto para la música, en un momento de desasosiego e incertidumbre, para relajar su alma pone en un toca-discos The Man who Sold the World de David Bowie. Porque Gene, la vaca, es un personaje más de la serie, que encima sobrevivió a muchos importantes, y disparó un gran enunciado de Walter: “el único ser mejor que la vaca es el ser humano, a no ser que necesites leche, entonces es la vaca”. Porque Walter es un drogón, y no hubo temporada en la que no disfrutáramos al menos una vez en al menos un capítulo de sus delirios producto del consumo de LSD. Porque William Bell fue soberbiamente personificado por Leonard Nimoy. Porque un día descubrimos que Walter había experimentado con el cortexiphan con Olivia, y en ese momento no sabíamos si íbamos a poder perdonarlo. Porque si Dios perdonó a Walter, nosotros también podemos. Porque Olivia en un momento dado dice Na einai kalitero anthropo apo ton patera tou. Porque existe una empresa llamada Massive Dynamic que fue, sin que lo supiéramos y sin que pudiéramos anticiparlo en sus primeras apariciones, la columna vertebral de la serie. Porque John Noble me conmovió más veces de las que puedo recordar, y para muestra basta un botón: un día Walter se escapa del cuidado de Astrid para demostrar que se puede valer por sí solo y termina en un teléfono público queriendo marcar el número de su hijo y se frustra al no poder recordarlo. Porque Noble hizo lo suyo, pero el resto del casting no se quedó detrás, y gracias a la magia de la serie casi todos tuvieron oportunidad de personificar más de una versión de su personaje… solo en Fringe. Porque Olivia murió en manos del Walter alternativo, y tuvimos oportunidad incluso de ver su funeral, y a un Peter afligido conmoviéndonos a todos en su discurso con las palabras Olivia Dunham... my wife... was everything to me. Porque ninguna serie me ha conmovido mas con una relación padre-hijo como esta, millones de veces. Porque September visita a December en busca de ayuda, y cuando cierra la puerta al final del capítulo el número del departamento es el 513… una referencia al siguiente y último episodio de la serie, el S05E13. Porque cuando Olivia regresa a su universo a tomar su lugar nos desgarró el corazón en esa ya clásica escena donde va redescubriendo su Dpto. con dolor y bronca hasta llegar a el lavarropas y desarmarse al ver cierta remera. Porque los Observadores comenzaron con sutiles y muy rebuscadas apariciones en la mitología Fringe y terminaron formando parte fundamental de la trama de la serie.

Un enemigo del Destino

Finalmente bien vale dedicarle unas líneas a una reflexión sobre la conclusión de la serie. Como no podía ser de otra manera, internet estalló el fin de semana y el debate sobre el polémico final desató iras y alegrías por partes iguales, casi como había ocurrido con otra recordada serie de Abrams, Lost, pero claro, con un perfil y una repercusión mediática mucho más baja al ser esta una serie de culto. El leit-motiv de esta última temporada giraba alrededor de la búsqueda y recuperación de unas cintas que Walter escondió antes de exponerse al ámbar durante 20 y tantos años, mismas en las cuales estaba descripto con precisión un plan para derrotar a los Observadores que, en este tiempo, manejaban este universo de forma autoritaria, imponiendo sus normas y condiciones y sometiendo a la humanidad a un yugo que guardaba mucha relación (tanto estéticamente como en modos) con el régimen Nazi-Alemán que tantas veces vimos en películas y series que rememoran los hechos acontecidos en la 2da guerra mundial. De movida esto molestó a muchos seguidores de la serie, seguramente los mismos que no pueden soportar un brusco giro en los acontecimientos que descoloque el Status Quo predominante y posicionen a algunos de los protagonistas de estas aventuras en un entorno distinto al que están acostumbrados. Pero en honor a la verdad el plot de esta última temporada es hijo de las decisiones apresuradas que los realizadores tuvieron que tomar en la temporada anterior, dado que hasta casi la emisión del último episodio no había noticias acerca de la continuidad de la misma, y eso derivó en, por supuesto, el final más anti-climático de todo Fringe, uno en el que las cosas se resuelven de manera apresurada, desequilibrada, casi sin sacrificios ni tragedias, y mostrando un happy ending apenas digno. Aquí el cuadro fue bien distinto ya que desde el comienzo de esta última aventura se supo exactamente la cantidad de capítulos con las que contarían para relatar lo que querían, y los resultados están a la vista: una temporada balanceada pero muy oscura, como dicta el momento y las circunstancias que los personajes están viviendo, pero que de todos modos deja gusto a poco. ¿El motivo? Bueno, la cantidad de capítulos tiene mucho que ver, pero también el poco espacio que tuvieron tanto los guionistas como los personajes mismos para moverse en el entorno en el que se desarrolló el final de la saga. Las limitaciones para todos entregaron una última parte muy acotada, muy cerrada, incluso hasta cuadrada, reiterativa. Por supuesto que eso no nos privó de momentos por demás emocionantes y emotivos, pero incluso los mismos siempre estuvieron teñidos de una u otra forma por la tragedia, el pesar y la nostalgia de una época en donde todo era mejor y un anhelo por retornar a la misma que en ningún momento dio a los protagonistas un respiro y los dejó disfrutar del presente.
Más allá del clima que predominó en la temporada, el final estuvo a la altura del desafío, mostrando los detalles y la culminación del plan que se comenzó a esbozar en un principio, no sin antes cargarse un par de personajes en el camino. Por supuesto que el mal llamado fan-duro de Fringe siempre encontrará de qué quejarse, sobre todo en cuanto a las cosas que nunca fueron explicadas o sobre las que fueron encajadas a presión (desde pequeñeces como el beso entre Nina y Broyles hasta la reinserción de la frase "The Boy Must Live", cambiando el objetivo de la misma, de Peter a Michael), también le podrá adjudicar una falta de alma o animosidad al final season/final series, y unas cuantas cosas más, eso seguro… Hay una frase muy popular que se aplica para este fan pero que me ahorraré de reproducir en este medio, pero que todos saben a cual me estoy refiriendo, incluye la mención del miembro viril masculino y el remate culmina con un “que le venga bien”, ¿no? Claramente. El final de la serie es coherente con el manejo que tuvo la misma de todos los tópicos que abordó, desde los viajes en el tiempo hasta la implementación de los universos alternativos, y también es consecuente con los caminos que los guionistas decidieron seguir para con la misma en cuanto a las paradojas temporales, las reinserciones de personajes dentro o fuera de líneas temporales, y hasta del uso de la retro-continuidad en la misma. Y por supuesto, teniendo en cuenta que el showrunner de esta temporada trabaja en la misma desde los últimos capítulos de la season one, hubo lugar para hacer un pequeño y muy particular repaso por toda la mitología de Fringe, con pequeñas y muchas veces muy emotivas referencias a casos esparcidos a lo largo y ancho de la serie. Las últimas charlas íntimas entre Peter y Walter logran estrujarte el corazón, tanto como el momento en el que Astrid le muestra a Walter donde estaba Gene. La acción estuvo a la orden del día en este último episodio, pero es el destino quien toma más protagonismo, presente ya desde el título, mismo que estaba marcado para todos, incluso para Donald/September y Walter, y es así como cada uno cumple con el suyo llegando al final del capítulo. Sí, es verdad que muchos esperábamos un cameo de William Bell, del Walter del otro universo o hasta de Charlie Francis, el fiel compañero de Olivia que tuvo un destino trágico producto de los cambia-formas, pero así y todo la serie finaliza con el listón bien alto. Tuvimos que esperar 6 años entre la finalización de The X-Files y el comienzo de Fringe para volver a disfrutar de una serie que aborde los fenómenos paranormales con personajes atractivos, bien caracterizados y escritos, y con un buen balance entre el humor y el drama. ¿Cuánto tendremos que esperar ahora?
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